La Filosofía, desde sus comienzo en la antigüedad griega,
se ha hecho cargo del problema antropológico, aportando distintas respuestas.
Hoy la ciencia investiga y complementa las respuestas procurando confirmar o rechazar las especulaciones filosóficas.
Uno de los primeros filósofos en abordar ampliamente el
problema antropológico fue Aristóteles, en la antigua Grecia, en el siglo IV
antes de Cristo.
Para responder a cual es la esencia del hombre, Aristóteles
hace una distinción entre los dos ordenes de sustancias que existen en el
universo físico: las vivientes y las no vivientes. Estas se distinguen entre
sí no por la materia, sino por la forma. Las sustancias vivientes tienen un
principio vital, un principio de movimiento espontáneo, que les permite moverse
por sí solas.
A ese principio vital Aristóteles lo llama "alma",
y es la forma sustancial de todo ser viviente.
"El alma es aquello en lo cual primero, sentimos y
pensamos, por lo que será razón y forma, no materia o sujeto... La materia es
potencia, la forma es acto (se aplica a todo lo que tiene existencia actual), y
como el ser animado resulta de entrambas, el cuerpo no es el acto del alma sino
que ésta es acto de un cierto cuerpo... Y por eso está en un cuerpo, y en un
cuerpo de éste genero...; porque, de toda cosa, el acto se engendra
naturalmente en lo que está en potencia y en su materia propia".
Aristóteles distingue tres grados de perfección entre los
seres vivientes, a cada uno de los cuales corresponde un tipo de alma distinta,
son los vegetales, los animales y el hombre.
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